Alejandra Pizarnik: “Ir hasta el fondo”

“No quiero ir nada más que hasta el fondo”
Esto fue encontrado en la pared del cuarto de la poeta y traductora Alejandra Pizarnik. Luego de varios intentos de suicidio finalmente se quitó la vida a los 36 años de edad mediante una ingesta masiva de barbitúricos (pastillas), después de luchar tanto contra su depresión y con problemas personales que iban más allá de cualquier tipo de control: la muerte de su padre y un amor no correspondido. Ese fin de semana había tenido una salida con permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires y, más allá de cualquier especulación, la idea ya estaba bastante planteada en su cabeza. Su escritura siempre fue de un trabajo emocional muy grande, expresivo y desgarrador (un adjetivo que no suelo usar pero en este caso aplica, son poemas muy fuertes), pero sus últimos trabajos estaban tan ligados a su fallecimiento que ya se podía intuir el final.

“En esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerta
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema
castrado por su propia lengua
que es el órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la re-surrección
de algo a modo de negación
de mi horizonte de maldoror con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe…” (Pizarnik: 1982)
Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires; proveniente una familia rusa (la cual cambio su apellido original “Pozharnik” al instalarse en Argentina) se dedicó a la filosofía y a la literatura pero continuó su carrera por un lado mas artístico. En 1955 escribe su primer libro de poemas La Tierra más Ajena donde ya muestra una impronta particular que va a ir evolucionando con respecto a su gran abanico de obras que siguieron publicándose luego de su muerte. Durante la década del 60’ vivió en París, como muchos artistas argentinos, donde trabajó para la revista Cuadernos y se dedicó a la traducción y a la crítica literaria. Allí se hizo amiga muy cercana de los escritores Octavio Paz y Julio Cortázar.
“Miraba los coches en arreglo
sin sus vestiduras metálicas
las partes delanteras semejaban
calaveras recién estrenadas
Un sol amarillo dejaba caer indiferente
pedazos luminosos de algo coloreado
más las sombras persistían
aún en los retazos del astro.” (Pizarnik: 1955)

La vuelta a Argentina le trajo consigo becas y un reconocimiento muy grande por parte del canon literario de la época. Dentro de sus obras podemos destacar Árbol de Diana (1962) y La Condesa Sangrienta (1971). Pero su vida personal le pesaba más que cualquier tipo de premio. La depresión que sufría junto con la necesidad de ocultar su sexualidad en un mundo tan perseguidor como lo era el que se movía en el siglo XX, y lamentablemente todavía continúa, fueron factores importantes a la hora de su muerte. Su romance oculto y no correspondido con otra gran escritora argentina, Silvina Ocampo, hicieron que esto se torne más insoportable, y esto se puede ver en las cartas que le enviaba:
“Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y tus manos que llevan a la casa del recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero…”

No se sabe con exactitud si ambas habían mantenido una relación de por sí, pero las dudas dentro del matrimonio de la misma Silvina y de su heterosexualidad siguieron perpetuando esta idea de una romance prohibido entre ambas. Algo que por las cartas, enviadas antes de su muerte, podemos percibir sin ningún tipo de dudas que por lo menos un vínculo fuerte se había creado.
Pizarnik uso ese dolor para crear obras que no se caracterizan por una estructura rígida en su composición, o por ideas claras sobre temas puntuales. Su escritura es sufrimiento expresado en papel. Diarios que tenían forma de poesía y que generan ese sentimiento de impotencia en el lector. Una artista que realmente dejo su vida plasmada en papel, una persona que sigue influenciando a escritores que quieren sacar esa expresión de dolor que es tan difícil de mostrarle al mundo, esa vulnerabilidad que nos deja expuestos en una sociedad que no es para nada comprensible.
“…Y fue entonces
que con la lengua muerta y fría en la boca
cantó la canción que no le dejaron cantar
en este mundo de jardines obscenos y de sombras
que venían a deshora a recordarle
cantos de su tiempo de muchacho
en el que no podía cantar la canción que quería cantar
la canción que no le dejaron cantar
sino a través de sus ojos azules ausentes
de su boca ausente
de su voz ausente.
Entonces, desde la torre más alta de la ausencia
su canto resonó en la opacidad de lo ocultado
en la extensión silenciosa
llena de oquedades movedizas como las palabras que escribo…” (Pizarnik: 1982)
La muerte de Alejandra se dio el día 25 de septiembre de 1972.

Mariano Vera
Bilbliografía:
Pizarnik, Alejandra. (1955) La Tierra más Ajena. Buenos Aires.
Pizarnik, Alejandra. (1982) Textos de Sombra y últimos poemas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.